martes, 21 de septiembre de 2010

EL VIAJERO Y LA FORTUNA.

Un viajero estaba ya cansado, agotado del larguísimo camino. Casi sin pensarlo, se echó a dormir sobre el brocal de un pozo. ¡Qué maravilla de lugar con esa sombrecita y ese frescor del agua tan cercana! Al instante se quedó profundamente dormido. Con un sueño tan agitado, corría serio peligro de caerse al pozo. Pero la fortuna, que vela por los hombres, se acercó al viajero, le despertó sin contemplaciones y le dijo:

- ¡Eh!, amigo, despiértate, levántate y ándate con más cuidado, que, si llegas a caerte dentro, me echas la culpa a mí y no piensas que la culpa era sólo de tu imprudencia.

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